Los costes laborales no paran de crecer, les da igual las crisis y los márgenes. Imparable. Como ellos quiero ser.
El factor laboral es una variable fundamental en las empresas por muchos motivos y especialmente en los últimos tiempos en lo referente a su impacto en la cuenta de resultados.
Si le damos un vistazo a las últimas estadísticas que publica en INE vemos que ha consolidado su aumento por dos años consecutivos con cifras que, en comparativa con el año pasado, están en un 2,4%. Claro está que son datos de estadísticas de numerosas empresas de diversos sectores y todo eso.
En palabras sencillas, hace diez años según los datos públicos, el coste medio por trabajador/mes era de casi quinientos euros menos. Ni que decir tiene lo que ha ocurrido en los últimos diez años en cuanto a la bonanza económica y demás….. y lo que está claro también, vivimos mejor.
Lo cierto es que la presión del coste laboral dentro de la pequeña empresa, la microempresa y los autónomos, que son la grandísima mayoría del tejido empresarial, aumenta como si los márgenes empresariales, los costes de aprovisionamiento y los de producción, incluso el mercado, los pudiera absorber impunemente.
Y la realidad es que no.
Esto nos lleva en unos casos a la innovación, a la mejora de procesos, a la eficiencia, a la competitividad positiva y, en otros, a la rivalidad, a la competencia, a la disminución de la calidad, a la trampa.
Claro, si no tenemos recursos, tiempo, entorno, espabilina o fuerza, puesto que vamos cuesta arriba, acabamos reclamando a nuestros colaboradores, proveedores, etc., menor coste, aumentando la presión en la cadena a otro nivel. Y, en demasiados casos, asumimos un menor margen empresarial para compensar y seguir vivos.
La pregunta entonces es: ¿cuánto tiempo aguanto con un margen ridículo creyendo que tengo un negocio?
A veces, si encaráramos esta pregunta no perderíamos tanto y quizá en lugar de gastar el dinero ganado en pagar impuestos y tiempo de otros, lo gastaríamos en cerrar nuestro “negocio” e intentar otra cosa.
Pero eso da miedo. De eso se aprovecha el sistema.
Es bueno dejar la última copa para otro y buscar saber el momento de dejarlo.
Un buen asesoramiento nos puede ayudar.
Lo bueno nunca es caro.