CUESTIÓN DE ACTITUD
En cuanto que seamos trabajadores, nos encontramos en un punto entre la empresa y el cliente. Todos tenemos cierto reparo a perder nuestra posición laboral, sobre todo si genera inseguridad de futuro, necesidad de realizar un esfuerzo nuevo o merma de las condiciones. No obstante, nuestra presencia en la empresa será imprescindible en la medida en que aportamos valor al producto o servicio que se comercializa. Podemos decir que corremos peligro como trabajadores cuando el valor que aportamos no influye en los resultados finales.
En realidad, la empresa vive de las ganas de aportar, de crecer y mejorar de las personas que forman parte de ella, siendo pues la actitud de las personas que trabajamos en la empresa el principal activo.
Así pues, es la actitud el principal factor que diferencia a las personas. Generalmente nos contratan por nuestros conocimientos y habilidades. Los primeros se aprenden y los segundos se adquieren con el tiempo de experiencia. Sin embargo, las actitudes marcan una diferencia entre las personas, la que deviene por sus ganas de movilizar sus mejores capacidades y esfuerzos, y mantenerlos en el tiempo.
Así, en la empresa encontramos a personas que no cumplen sus obligaciones formales o impiden o condicionan a otros cumplirlas con diligencia. También encontramos a otras personas que se dedican a cumplir sus obligaciones de manera que no existan motivos para la queja. También podemos encontrar a profesionales que hacen más de lo que se espera de ellos, en base a sus necesidades y orgullo profesional. Por último también encontramos a profesionales que además de comportarse como estos últimos citados, sienten la empresa como propia, son responsables, entusiastas y proactivos. En esta gradación, la actitud es el factor diferencial.
Duda: ¿qué se remunera en la mayoría de las empresas realmente?
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